Hace más de un año, escribí un artículo infame y grosero que titulé: ¿Qué chingados le pasa a Televisa? En aquel momento fue porque me sorprendía como una empresa que llegó a estar por encima de $100 pesos por acción en la época de Peña Nieto, no que tenga algo que ver (pero sí tenía que ver), pasaba en ese momento a valer $12 pesos por acción.
En ese entonces, veía cómo, bajo distintos escenarios o supuestos, uno podía argumentar que la acción estaba subvaluada y que podía valer dos o tres veces más. Pero la verdad es que esas opciones eran aburridas, o bien dependían de factores externos fuera del control de la empresa.
Hoy, a casi dos años de aquel artículo, la acción de Televisa vale $8.8 pesos. Ese mismo $12 que en su momento me parecía ridículamente bajo, hoy implicaría un 50% de upside frente al nivel actual. Por eso llegué a una conclusión: la estrategia más sensata para destapar valor en la acción de Televisa es… regalar Televisa.
¿Cómo es que regalar Televisa detonaría valor en la acción?
Aclaro que, cuando digo Televisa, me refiero a Televisa-Univisión es decir, al negocio de contenido. Solo para recordar: Televisa agrupa tanto ese negocio conocido —pero decadente— bajo el paraguas de Televisa-Univisión, como su operación de televisión de paga, internet y telefonía a través de Izzi.
Partiendo de eso, la manera más sencilla de valuar a Televisa es sumando las partes que la componen. Es decir:
Valor de Televisa = EV de Cable + Participación en Univisión – Deuda Neta.
El problema es que, para fines prácticos, el valor de Univisión no solo es cercano a cero… es literalmente CERO.
¿Por qué? Porque Univisión tiene un apalancamiento de 6x Deuda Neta a EBITDA, lo que —por simple aritmética— implica un valor negativo si la empresa se valúa a un múltiplo menor a ese. Y eso tiene todo el sentido del mundo: Televisa-Univisión no tiene el balance ni el músculo para competir en la creación de contenido frente a los gigantes que cambiaron las reglas del juego.
¿Y cuáles fueron esas nuevas reglas del juego? Por un lado, el capital barato permitió que modelos como Netflix tuvieran la escala para financiar proyectos cada vez más caros. Al ser pioneros en el mundo del streaming, aprovecharon también la ventaja del first mover.
El problema vino con el segundo grupo de media players: los que no ven la distribución de contenido como un negocio principal, sino como una herramienta para atraer tráfico, generar lealtad o recolectar datos del consumidor.
Ejemplos sobran: Prime usa Prime Video para reforzar su membresía; Mercado Libre hace algo similar. Apple lo aprovecha para volver aún más adictivo su ecosistema. El contenido se volvió como la leche o las tortillas en el súper: un gancho con márgenes nulos que atrae tráfico para vender lo que sí deja.
Pongámoslo en perspectiva: en todo 2024, Televisa-Univisión gastó alrededor de 2 mil millones de dólares en contenido. Esa cifra palidece frente a los gigantes globales, que gastan más de 15 mil millones cada año y, a diferencia de Televisa-Univisión, ni siquiera buscan que su negocio de contenido sea rentable por sí solo.
Ahora bien, ¿por qué valdría más la acción de Televisa si regalaran Univisión? La razón más obvia es el apalancamiento. Pero también está el mensaje que le mandas al mercado: tienes un negocio de cable que genera un free cash flow atractivo, pero al que no se le asigna un buen múltiplo porque se asume que esos flujos no llegan al inversionista minoritario.
Ahí es donde está el valor. Si regalas Univisión, en automático tu negocio de cable se vuelve más valioso porque estás mandando la señal —y la evidencia— de que ahora eres un negocio de free cash flow.
¿Y cómo funcionaría? Lo más institucional sería repartir acciones de Televisa-Univisión como dividendo, al estilo de lo que hizo Alfa con Alpek o Axtel. Pero la verdad, el cómo me parece irrelevante: casi inevitablemente, Univisión se convertiría en una penny stock.
Mejor hacer lo que muchas empresas han hecho: venderse por un dólar, o un peso en este caso. Así de simple. Como pasó con algunos bancos durante la crisis financiera, que se remataron por centavos —no porque valieran eso, sino para que alguien más se hiciera cargo de los pasivos.
Así quedaría el valor “limpio”:
EBITDA Izzi: $20,000 millones (incluye la compra de Sky, el 87% del equity value de Izzi y los $900 millones de gastos corporativos)
Múltiplo: 5x (en línea con el sector y con su historia)
EV: $100,000 millones
Deuda Neta: $60,000 millones
Market Cap: $40,000 millones
Acciones: 2,769 millones
Precio objetivo: $14.4
Precio actual: $8.8
Upside: 63%
O bien, con esta estructura terminas teniendo una empresa que fácilmente podría generar un free cash flow chingonsísimo de $4,800 millones:
EBITDA: $20,000
Menos intereses: $4,500
Menos impuestos: $1,200
Menos CAPEX: $10,000
= FCF: $4,300 millones
Y si lo divides entre un market cap de $23,700 millones, te da un yield de 18.1%. De locos.
Ahora, ¿quién querría echarse ese alacrán a la espalda? Justamente un Amazon o un Mercado Libre, que por prácticamente nada podrían quedarse con la plataforma de contenido tradicional más icónica de México. Para ellos, esas barras de publicidad tendrían toda la sinergia del mundo al integrarlas con su marketplace y usarlas como vitrina.
Además, un activo como Televisa-Univisión no puede vivir dentro de un holding con un costo de capital alto, como ya vimos. Incluso si no cambia nada en la operación, simplemente moverlo a otra estructura bajaría el costo financiero y liberaría más free cash flow. Solo con eso, podría pasar de tener valor cero a tener equity positivo.
Por último, desaparecería el uso de la televisión como herramienta política, porque el negocio ya no sería “la televisión”, pues esta sería un simple canal más dentro de una estrategia de marketing. Todos felices. Y mucho más interesante que seguir esperando a que alguien pague por ver grabaciones de La Hora Pico en Vix o por ver a una mano con ojos hacer albures en un mundial.